La
última película de Indiana Jones, dirigida por Steven Spielberg, fue en el
2008, Indiana Jones and the kingdom of the crystall skull. Tres años
después, dirigiría esta maravilla, que podríamos decir que es otra del
arqueólogo, pero “de tapadillo”: su historia, cómo está contada, el ritmo y la
velocidad, la puesta en escena, la dirección, incluso, los mismos personajes
recuerdan a la saga de aventuras, tal vez, más famosa de la historia del cine
(con perdón de los superhéroes).
Nada
más comenzar la película (la acción se dispara a los pocos segundos), todo mi
ser se conecta con mis niños internos (porque todos tenemos energía masculina y
femenina y, por tanto, tenemos un niño interno y una niña interna), queriendo
descubrir mundos nuevos. Cuando somos pequeños, somos exploradores de este
mundo que no conocemos; acabamos de llegar a él y, para nosotros, todo es nuevo
y, claro que sí, deseamos explorarlo, tocarlo con nuestras manos, también con
nuestra boca, observarlo y maravillarnos con los colores, con los diferentes
tamaños, con los fantásticos sonidos que erizan nuestros oídos...
Es
esencial, si es que quieres evolucionar hacia territorios desconocidos, como el
del amor incondicional, la consciencia llamada prana, que seas curioso, que, primero,
aceptes que eres un “ignorante” en infinitas cosas, que te queda MUCHO por
“aprender” y, segundo, que te eches a tus espaldas esa curiosidad y te adentres
en esos espacios, que YA eres, pero que no recuerdas. Esta película me
“conectó” con todo esto.
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