Guatavita y la abundancia

     Hace unos pocos años, a penas cinco, visité, por primera vez, con mi esposa Katty, la laguna de Guatavita. Justo antes de comenzar el recorrido alrededor de ella, el universo me encargó comprar un determinado número de vegetales y frutas. Metidos en una bolsa de plástico, me acompañaron, sabiendo qué es lo que tenía que hacer con ellos: arrojarlos, a lo largo del camino, uno a uno, según me fuera indicando el susodicho universo. Confieso que tenía miedo, porque, entre las indicaciones que recibimos para el trayecto, estaba la de no arrojar basura.

    Al terminar, el universo me dijo cuál era la finalidad de todo esto, que no le falte ni comida, ni bebida a nadie, en este país. Por supuesto, es un proceso que se prolongará durante años y que no estará falto de escasez, como ya está ocurriendo.

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