2019, en pleno verano. Fui con una amiga, a la que pagué la ceremonia. Resulta que otra amiga, hacía de ayudante del taita.
Se repitió exactamente lo mismo que en las últimas tomas, puros infiernos, con una sola diferencia: en vez de quedarme conmigo mismo, debía mostrar por lo que estaba pasando, a todos los presentes, más de cincuenta personas. La regla a seguir que me puso el universo fue: "Haz lo que yo te diga, te guste o no", es decir, sumisión absoluta ante él: vomité (era la primera y última vez) en sitios donde no se podía vomitar; me revolqué en los lugares habilitados para ello; grité como para que me oyeran en Plutón; me bebí mi propio vómito, en el vaso de agua que alguien me ofreció; varias veces, el universo me mandó poner en peligro mi vida, pero, justo en el último momento, como si de Abraham fuera, me detenía con una orden, sí amorosa; sé que hice otras cosas de las que no me acuerdo, pues escuché al dueño de la finca hablar sobre ello, al final de la ceremonia.
En la ceremonia III, te conté que, en cierto momento, escuché a gente aplaudir actos míos concretos, gente que, físicamente, no estaba presente. Pues bien, en esta ceremonia, justo cuando me estaba tomando mi propio vómito, aparecieron, ante mí, allí arriba, lo que yo interpreté como esas mismas "personas", sentadas en una grada. Me recordó a cuando, en algunos hospitales, un cirujano va a realizar una operación y otros médicos o estudiantes pueden mirar, desde lo alto. Tengo claro que no sólo me observaban a mí, sino que estaban ahí para "aprender" de toda la ceremonia. Aplaudieron que me bebiera mi vómito.
Alteré la paz de todos, de infinitas maneras, por lo que infinitas veces, me llamaron la atención. Me di cuenta de que debía ir más allá de lo que me advirtieran, sabiendo que, realmente, no iba a "perjudicar" a nadie, sí removerles, negativamente hablando, que no es lo mismo.
De nuevo, fui de los últimos en acabar su proceso; ya se habían ido casi todos. Me acerqué al taita, en un estado de paz absoluta y, bajo petición del universo, le pedí permiso para dar las gracias a todo el mundo y explicarles un poco qué es lo que yo había experimentado. Me subrayó que ya casi todo el mundo se había ido, así que el universo me hizo cambiar de estrategia: comenzó a señalarme a personas específicas, a las que me acercaba, les daba las gracias y les explicabas el porqué.
El dueño de la finca se me acercó a mí y me dijo: "¡Vaya fuerza mental que tienes! Ya verás cómo te va a ir todo mucho mejor!" En lo segundo, se equivocaba...
La amiga que ayudaba al taita, se ofreció regresarnos, a mi otra amiga y a mí, a Bogotá, en el coche de un amigo suyo. Ya era más de mediodía. El conductor puso música "medicina" y yo, en menos de un instante, pasé del equilibrio total, a, de nuevo, el proceso por el que había pasado toda la noche y parte de la mañana. Llegué a mi dormitorio y, poco a poco, la oscuridad se fue marchando.
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2019, in the middle of summer. I went with a friend, whom I paid for the ceremony. It turned out that another friend was the taita's assistant.
It was exactly the same as in the last shots, pure hell, with only one difference: instead of staying with myself, I had to show what I was going through to everyone present, more than fifty people. The rule that the universe set me to follow was: "Do what I tell you, whether you like it or not", that is to say, absolute submission to it: I vomited (it was the first and last time) in places where you couldn't vomit; I rolled around in the places provided for that purpose; I screamed as if to be heard on Pluto; I drank my own vomit, in the glass of water that someone offered me; several times, the universe commanded me to endanger my life, but, just at the last moment, as if from Abraham, it stopped me with an order, yes loving; I know I did other things I don't remember, because I heard the owner of the farm talking about it, at the end of the ceremony.
In ceremony III, I told you that, at a certain point, I heard people applauding specific acts of mine, people who were not physically present. Well, in this ceremony, just as I was drinking my own vomit, there appeared, before me, up there, what I interpreted as those same "people", sitting on a tier. It reminded me of when, in some hospitals, a surgeon is going to perform an operation and other doctors or students can watch from above. It is clear to me that they were not just watching me, but were there to "learn" from the whole ceremony. They applauded my drinking my vomit.
I disturbed everyone's peace, in infinite ways, so infinite times, I was called to attention. I realised that I had to go beyond what they warned me about, knowing that I wasn't really going to "harm" anyone, but to stir them up, negatively speaking, which is not the same thing.
Again, I was one of the last to finish his process; almost everyone had already left. I approached the taita, in a state of absolute peace and, at the request of the universe, asked him for permission to thank everyone and explain a little of what I had experienced. He underlined that almost everyone had already left, so the universe made me change my strategy: he started to point me to specific people, whom I approached, thanked and explained why.
The owner of the farm came up to me and said: "What mental strength you have! You'll see how much better things will work out for you". On the second point, he was wrong....
The friend who was helping the taita offered to take me and my other friend back to Bogotá in a friend's car. It was already past midday. The driver put on some "medicine" music and I, in less than an instant, went from total equilibrium to, once again, the process I had gone through all night and part of the morning. I reached my bedroom and, little by little, the darkness began to leave.
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