Pasaron unos años, concretamente, cuatro, para que hiciera la segunda toma de ayahuasca, también, durante un viaje, esta vez, a Guatemala, a los orígenes del mundo maya.
Fue la primera vez que escuché el nombre de yagé.
El grupo era mucho menos numeroso que el de la India, a penas, media docena de personas viajamos, durante una semana, haciendo ceremonias con mandalas de fruta y hierbas, copal y fuego, acompañados de cánticos y mis distracciones, ya que el universo, siempre, me tenía preparados otros "trabajillos".
Después de la maravilla que experimentamos, en medio de una tormenta y del complejo de Tikal (lo cuento en mi libro), todos volvimos a nuestras habitaciones (cada una de ellas era una cabaña, a las puertas de la selva), para asearnos y, posteriormente, hacer la toma de yagé. Nos reunimos en una de las habitaciones, con doble cama y dos sillones y el hombre, que nos dirigía, nos explicó que, en Brasil, "por casualidad", se encontró con una amiga, que se dedicaba a esto de las ceremonias de yagé y que le entregó la medicina, de forma gratuita, porque, así, se lo dijo el universo.
Después de beber el yagé, el universo me indicó que me pusiera boca abajo en la cama, que compartíamos uno de los jóvenes del grupo y yo y el universo comenzó a penetrarme, literalmente, por el ano, con una energía muy fresca, muy agradable, que contenía una muy ligera brisa, sí, exactamente igual a cualquier brisa que puede acariciar tu rostro en la naturaleza: el universo me estaba acariciando mi ano. Esta energía subió por mi sistema digestivo y se detuvo en mis genitales, a los que apapachó brevemente (nada sexual); tras iluminar mis intestinos, se paró unos segundos en mi estómago, para hacer su trabajo, el que fuera y siguió subiendo hasta mi boca, la cual inundó por completo durante varios minutos.
No sé cuánto duró la experiencia. Todos terminamos a la vez, excepto el chico que yacía a mi lado y que, al final, tenía un mensaje para cada uno de nosotros; ¿el mío?: "Tienes que hacer una tercera toma de yagé", me dijo.
A día de hoy (trece años después), no sé, realmente, qué me hizo el universo, pero lo disfruté al máximo.
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It took a few years, four years to be precise, for me to take ayahuasca for the second time, also during a trip, this time to Guatemala, to the origins of the Mayan world.
It was the first time I heard the name yage.
The group was much smaller than the one in India, barely half a dozen of us travelled for a week, doing ceremonies with fruit and herbs mandalas, copal and fire, accompanied by chanting and my distractions, because the universe always had other "little jobs" in store for me.
After the wonder we experienced, in the midst of a storm and the Tikal complex (I tell about it in my book), we all returned to our rooms (each of them was a hut, at the gates of the jungle), to clean ourselves and, later, to take yage. We gathered in one of the rooms, with a double bed and two armchairs, and the man who was leading us explained that, in Brazil, "by chance", he had met a friend who was involved in yage ceremonies and gave him the medicine, free of charge, because that was what the universe had told her to do.
After drinking the yage, the universe instructed me to lie face down on the bed, that one of the young men in the group and I shared, and the universe began to penetrate me, literally, through my anus, with a very cool, very pleasant energy, which contained a very light breeze, yes, exactly like any breeze that can caress your face in nature: the universe was caressing my anus. This energy went up through my digestive system and stopped at my genitals, which it briefly hugged (nothing sexual); after illuminating my intestines, it stopped for a few seconds at my stomach, to do its job, whatever it was, and continued up to my mouth, which it completely flooded for several minutes.
I don't know how long the experience lasted. We all finished at the same time, except for the boy lying next to me who, at the end, had a message for each of us; mine? "You have to take a third shot of yage," he told me.
To this day (thirteen years later), I don't really know what the universe did to me, but I enjoyed it to the fullest.
Gracias, me encantan estas publicaciones, gracias por compartirlas. Te amo, vida.
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